martes, agosto 01, 2006

Mis primeras clases de yoga

Hace apenas unas semanas asistí a mi primera clase de yoga lleno de escepticismo, como suele ser habitual en mi. Ahora estoy claramente convencido de que está mejorando mi vida. Cada día descubro algo fascinante, física y emocionalmente. Como por ejemplo mi mano moviendose ante mis ojos consciente de que es observada o mis pulmones resoplando como cachalotes felices en medio del océano. ¡Benditos sean mi mano y mis pulmones, que estaban ahí sirviendome en silencio, generosos desconocidos!

5 comentarios:

Leon Alair dijo...

Bueno, pues ayer, día 3de septiembre, reanudé mis clases de yoga. Creo que muy pronto volveré a coger la onda. De momento, nuestro querido profe nos hizo una promesa tentadora: "Vosotros estareis algún día entre las personas más felices del mundo". No sé los demás, pero yo me lo creí.

Leon Alair dijo...

Vaya, esto de contestarse uno con tanta gente como anda por internet, no se si tien pizca de gracia...

Leon Alair dijo...

La clase de ayer...
¿...dijo la calma es la sal del alma? O algo así.
Y el almíbar del melocotón es lo mejor de la vida.
Suspiró por los tomates con sabor a tomate.
¡Qué rica y sabrosa es la vida...!
Nos habló del tiempo. No de la meteorología sino del tiempo que nos dedicamos a nosotros. "¿Que no tienes tiempo para tí?", se preguntó retóricamente, "entonces estás perdido".
Y como siempre nos pidió, tras la relajación..."preguntaos ahora cómo estáis y por qué, por qué, por qué. No me respondais, no me hace falta, os veo, es evidente"
Y yo le pregunté a la uña del dedo pequeño de mi pié derecho:
"Preguntate ahora cómo estás y por qué". Esperé largamente la respuesta porque no había terminado de salir de la relajación. Por fin creí oir un murmullo que provenía de dentro del suelo. Puse atención. Era apenas perceptible... Un hilillo de voz me llegaba desde el suelo_
"Bueno, estos calcetines son demasiado calientes para esta época del año y yo estaría mejor un poco más corta".
Pillada la indirecta. Eso me pasa por preguntar...

DAYA dijo...

Cuando empecé a hacer yoga con ANANTA, sentí de nuevo lo que era enamorarse, no me enamoré de él, sino del sentimiento de placer que recorrió mi cuerpo en el momento de la relajación, allí tumbada después de una serie de asanas que despidieron de mi cuerpo la ansiedad y la tensión, con los rayos de luz del atardecer entrando por la ventana, lloré, como no hacía desde hace mucho tiempo, de puro goce y felicidad, y a pesar del terrible miedo a la muerte que me ha acompañado toda mi vida, pensé: "Dios , si la muerte es así ya no tengo miedo a morirme.

Leon Alair dijo...

rrrr